Picor (VI)
Siento vergüenza y eso era todo. Él está allí, sentado a menos de tres metros de mí, como si nada. ¿Es esto el infierno? Espero mi turno. Ni siquiera me he quitado el casco. La vergüenza sería entonces insoportable. Agacho la cabeza para no verle los ojos y recuerdo. Una curva cerrada a la derecha, luego otra a la izquierda, adelanto a uno que monta una Honda. La carrera es mía, pienso. Serán seis mil euros por lo menos si consigo ganar esta vez, si quedo primero, seis mil euros. Ya sé que no es legal. Sé que es peligroso pero qué más da. Necesito el dinero, tengo una moto y sé correr. Voy primero y quedan pocos metros para la meta. La meta. Cada vez la ponen en un sitio distinto. Hoy es un paso de peatones en plena Gran Vía. Son las cuatro de la mañana. Empieza el domingo. Llegaré primero y huiré. La policía estará al llegar y no quiero que me cojan. Luego esperaré dos días y a cobrar. Ese es el plan. Ese era el plan. Acelero y no lo veo venir. Venía del trabajo, o iba, quizá. Se cruza y no me da tiempo. Me lo llevo por delante y no sé qué pasa conmigo. Bueno, sí lo sé. A la mierda. 416 me han dicho. Y él está ahí, leyendo su revista, y no sabe que fui yo, estoy seguro. No lo sabe, y la vergüenza me come por dentro.
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2 comentarios:
Debería de ir a saludarle. Una vez muertos... ¿qué más da?
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