Picor (IX)

Al abrir la puerta espero un quejido, cierta resistencia, pero, a pesar del tamaño, se abren con suavidad, livianas, y dejan a la vista un sencillo dormitorio. Las ventanas están cerradas. Las persianas, bajadas totalmente. Las tupidas cortinas cubren toda la pared. Tomo aire antes de entrar en aquella habitación que huele a tanatorio y con un par de pasos temerosos me sitúo a pocos metros de la cama. Sobre ella, un bulto medio tapado resulta ser el origen del ronquido que ya se oía desde el pasillo. Cuento hasta tres y le hablo.

-Señor... -La voz me sale rota, con un gallo que se me atraviesa. Carraspeo y lo vuelvo a intentar, esta vez con más fuerza.- Señor, necesitamos que nos ayude.
-Mmm. -El bulto no se mueve pero se detiene el ronquido. Espero unos segundos.
-Señor... disculpe... -¿Debería tocarle el hombro para hacerme notar? Me acerco y ahora la espalda desnuda está tan sólo a medio metro. Acerco la mano temblorosa pero la respuesta me hace retroceder.
-Mmm, déjame... mmm, déjame en paz. -Su enorme cuerpo se empieza a mover, con fastidio. Al menos ya está medio despierto.
-Señor, verá, es una emergencia. Si no lo fuera no se me ocurriría molestarle, pero esta vez lo es. -Cierro los ojos esperando lo peor. Todavía recuerdo la vez anterior. Aún me quedan marcas en el brazo y un ligero pitido en el oído derecho.
-Mmm... joder, hostias, qué pasa, ¿es que no voy a poder dormir tranquilo? ¡Vete, joder! -Se revuelve y medio se incorpora buscando el culpable que habrá de pagar por sacarlo de su sueño. Aprovecho que me encuentra con la mirada para resumirle la situación.
-Señor, lamento despertarle de su siesta. Ya sé que si dura menos de dos mil años no le sienta bien, pero es que tenemos una situación extrema, señor. Es una huelga general... señor.
-¿Una qué? ¿Qué diablos es una huelga general? -Parece que ya está despierto del todo porque echa mano de la lámpara de la mesita de noche. Durante una décima de segundo creo que me la va a tirar pero al final sólo la enciende. Intento no sonreír al verle la cara marcada por las sábanas.
-Señor, todas las áreas han cesado en su labor. Han dejado de... trabajar, señor. Piden mejores condiciones laborales, ya sabe, mejores horarios, turnos, vacaciones... Llevamos tres horas así y el primer efecto ya se está notando en la entrada de los nuevos, señor. Verá, los están mandando de vuelta... -Ahora es cuando vendrá la reacción, ahora es cuando debería salir corriendo, pero espero. El Creador parece pensar unos segundos, se rasca la cabeza y se destapa.
-Bien. Prepárame un baño y tráeme ropa limpia. Ah, y ya sabes qué me gusta comer después de la siesta. Dentro de una hora los quiero a todos en la sala de reuniones.
-Muchas gracias, señor. En seguida está todo listo. -Gracias por no pagarlo conmigo. Salgo como un tiro de allí hacia la cocina. No sé si queda helado con pasas.

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