Un lado menos

Me duele el cuello desde hace semanas. Tengo una contractura, creo, o varias, y no puedo mirar a la derecha sin girar todo el cuerpo. Llegado cierto punto ataca el dolor, mi cuello dice basta, y si dice que no es que no. Durante días he cedido cada vez, y como un robot cutre me vuelto todo, para ver, para mirar, para hablar, y en cada ocasión me he forzado a prometer una pronta solución que me saque de este infierno insoportable.

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Es ridículo verme así de tieso así es que después de diez días me he rendido, y cuando me viene algo por el lado prohibido, paso. Aparto la curiosidad de mí con un gesto anquilosado, de atrofiado torticuloso, y sigo adelante. Lo que hay a mi derecha, a efectos prácticos, no existe, no importa, no es. Me hablan por ese lado y como si fuera sordo. Se acabó el lado derecho.

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Realmente reducir el mundo a tres lados lo hace más manejable. Todo es más sencillo. Un lado menos que tener en cuenta. Claro que esta decisión ha provocado algunos cambios en mi vida. He perdido a la mitad de mis amigos. Esto, que podría ser algo triste, ha resultado bien porque por la derecha siempre me venían los más odiosos (al final no eran tan amigos...). Y me han atropellado dos motos, una de ellas de Telepizza, que se disculpó con una cuatro quesos calentita que estaba para chuparse los dedos. En general el balance es positivo. Así es que ahí va mi consejo: amputaos un lado, mola mazo.

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