Descanso en relativa paz, bajo dos metros de tierra, una lápida con un epitafio poco original y un gato que ha elegido mi garita como base de operaciones. A mi lado hay una señora viejuna que habla en voz alta. Se ve que murió hace mucho, porque no para de hacer cuentas para ver si le llegan los reales para comprarle las tierras a alguien de su pueblo. A veces se calla y al rato lloriquea, y entre pucheros se acuerda de sus niños que fueron a alguna guerra. Al otro lado un señor se pregunta cuándo le tocará a su mujer. Por lo visto compraron tumbas pareadas para pasar la eternidad juntos. Más de una vez he estado tentando de decirle que no espere, que su mujer, la estanquera del pueblo, se fue con un representante de golosinas y, si ya ha muerto, probablemente esté quién sabe en qué cementerio. Cosas de los vivos, me digo, que van a lo suyo mientras aquí nos aburrimos para siempre.
Desde que me enterraron vi que esto iba a ser un coñazo. Cada día es igual al anterior y los muertos de mi zona no son precisamente la alegría del cementerio. Lloran, hablan solos, gritan pidiendo ayuda... no asumen su situación. Y mira que yo intento hablar con ellos, hacerles ver que esto es así y que tienen que adaptarse, pero nada, no hay forma. Son todos unos siesos.
Creo que me pasaré la eternidad envidiando al grupito que se ha formado dos calles más allá, que siempre están de cháchara, alternando risas con charlas interesantísimas. Sólo me queda esperar a que un día me echen a la fosa común, que seguro que allí hay más ambiente.
3 comentarios:
"No asumen su situación", je.
Diverdiver.
De los temáticos, prefiero el romántico. Era de imaginar.
Un bexxxxxxxxxxu.
Te tengo calá... :D
Aquí tengo más que me salieron y no mandé:
Cárcel, versión 1
En prisión hay poco que hacer: comer, dormir, hablar. En mi cárcel comemos todos los día, dormimos poco y hablamos lo que nos dejan. Hoy es primer domingo de mes y es el mejor día. El mejor. Es cuando nos llevan a la sala y podemos seguir con nuestro libro. Diez páginas por vez. Ni una más. Hoy es el primer domingo de mes. Hoy cumpliré 2.000 páginas.
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El vendedor
Vendo libros, es mi trabajo. Puerta por puerta, así lo hago. Llego, sonrío, saco mi catálogo y vendo libros. Libros grandes, pequeños, de pasta dura o blanda, para niños o adultos. Enciclopedias, manuales, diccionarios, da igual. Vendo libros y así me gano la vida. Pero si me preguntan si éste o aquél es bueno... mira, chico, ni idea. Yo sólo los vendo, y bastante tengo. ¿Hace una cervecita?
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Cárcel, versión 2
Sólo diez páginas, Andrés. Sí señor, ya sé, diez. Y eso hago, leo mis diez páginas como si fueran las últimas. Memorizo las imágenes que me llegan, algunas frases, sólo algunas, luego marco la página y dejo el libro en la estantería. Venga, Andrés, vamos. Sí señor, y el guardia me lleva de nuevo a mi celda, y allí espero durante un mes hasta que pueda leer las siguientes diez páginas.
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