Suena el teléfono y al otro lado una voz cascada pronuncia la palabra que mi subconsciente estaba esperando desde que fuera programado hace veinte años por el antiguo Cesid: "Cuchufletarístico". El entremiento oculto en los pliegues más profundos de mi cerebro se activa y con él las órdenes que no puedo evitar cumplir por más que mi voluntad se opone, porque lo que realmente quiero es seguir viendo la final de la Eurocopa en la que España está a punto de ganar a Alemania.
Así pues, abandono mi casa con lágrimas en los ojos, una misión que cumplir y el convencimiento de que si salgo vivo de esta historia iré a cargarme al espía funcionario hijo de puta que me ha jodido el partido.
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