Instinto

Mis caracoles contra los tuyos, en una carrera en la que el perdedor es aplastado sin juez ni jurado. Sólo el verdugo y su zapato, el zapato del ganador. Mis caracoles son bellos, grandes y despiertos. Sacan sus cuernos a mi orden y se colocan frente a la línea pintada en el suelo. Los tuyos son pequeños y rápidos. Ya los vi correr antes y parecen tontos, pero saben, lo saben, saben que quien no llega a tiempo se convierte en un amasijo baboso de carne y cáscara. Cada uno delante de su camino, cercado por dos hilos de sal que evitan que la carrera se rompa, que los corredores se crucen entre sí, que acaben la carrera de otro en lugar de la suya. A mi orden la carrera comienza y los caracoles luchan, muy despacio, por seguir vivos.

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