La niña de rizos azules y el nido

La niña de rizos azules tuvo un presentimiento justo antes de que el nido cayera sobre su cabeza. Al sentir el golpe gritó y corrió agitando sus pequeños brazos, rompiendo con su huida el silencio en todas las habitaciones de la gran mansión. Cuando llegó al salón de baile el espejo que ocupaba una de las paredes le devolvió su reflejo y detuvo la carrera. Tras reconocerse, vestido verde, zapatos de charol y lazo lila en la muñeca, miró todavía asustada sobre el reflejo de su cabeza para descubrir el nido, que permanecía enganchado fuertemente a su enmarañada mata de pelo. Con cuidado, se despegó el nido de la cabeza y lo depositó sobre la mesa central.

Entre las ramas entrelazadas había tres huevos. La niña los cogió uno a uno para comprobar si alguno se había roto con la caída. Todos estaban perfectamente. Entonces pensó en la madre de los futuros polluelos. Seguro que estaría buscándolos como una loca. Lo sabía porque una vez ella se perdió en el parque y su madre llamó a la policía, y cuando la encontraron jugando junto al estanque la madre lloró mucho y ella no supo qué decirle para que no estuviera triste. Con cuidado, llevó el nido hasta el jardín de la entrada, y buscó el lugar exacto donde se encontraba cuando sucedió el accidente. Sobre el árbol más cercano descansaba un pájaro negro y grande que al verla saltó y planeó hasta posarse a un metro de ella. La niña dejó el nido en el suelo y el pájaro se acercó a los huevos. Los miró unos segundos y con tres certeros picotazos, los rompió y se los empezó a comer. La niña de rizos azules comprendió, demasiado tarde, que aquel pájaro no era el dueño de los huevos y, con un suspiro y un par de lágrimas en los ojos, volvió a su habitación a jugar con la Play3.

2 comentarios:

Lara dijo...

Ohhh!!!

MSalieri dijo...

Por eso decía yo que es que...