La reliquia

En la centenaria tienda de antigüedades el anciano quitaba el polvo que cubría las vetustas reliquias. Cuando la cascada puerta se abrió y el cascabel sonó el viejo supo que el hombre que estaba entrando en su anacrónico santuario iba a volver patas arriba su tranquila existencia. Los años habían ido pasando casi sin notarlos. Sólo sus rodillas empezaban a quejarse. La tienda de coches de su derecha era ahora un dispensador de comida rápida. El Zara de su izquierda había cerrado hacía años y sus hijos habían vendido el local a unos kazajos que habían montado un ruidoso centro de ocio. Sólo él seguía allí. Dejó el aspirador sobre el cristal rayado del mostrador, recolocó sus gafas de pasta y trató de enfocar la mirada en la figura que se le acercaba desde la puerta.

-Buenas tardes, señor.- La voz chirriante del hombre hizo que el viejo torciera el gesto.- Me han dicho que quizá usted tenga lo que estoy buscando.

-¿Y se puede saber qué es lo que necesita?- La fama de poseer lo que ya nadie tenía era conocida en muchos círculos de la ciudad, y no sólo de la ciudad. A diario le llegaban pedidos de todo el país y a veces del extranjero.

El cliente se quitó la mochila que cargaba y la puso sobre el mostrador. Abrió la cremallera y el viejo se mordió el labio. Después de tantos años en el negocio todavía sentía aquella excitación que sólo las reliquias traen consigo. Le costaba no meter él mismo las manos y sacar lo que aquel extraño hombre traía. Pero no tuvo que esperar demasiado. El hombre puso delante de él una PS5, modelo de 2014, que reconoció nada más verla por el diseño aplanado y los bordes metálicos. Una PS5 en su tienda. No podía dar crédito a lo que veían sus ojos.

-Necesito una batería para este modelo, señor. Lo he buscado por todas partes pero es imposible. Desde que Sony cerró hace treinta y tantos años todo se mueve en mercado negro, y a precios altísimos. Además, no me fío. Pregunté en varios foros y todos le señalan a usted como el único que podría tener una batería válida. La tenía en casa guardada desde hacía tiempo y antes que tirarla he preferido arreglarla. Mi abuelo jugaba con ella cuando era pequeño, sabe.

El viejo observó la PlayStation detenidamente. Estaba muy bien conservada. Suponía que los circuitos estarían bien. Su dueño ya los habría revisado. Sólo faltaba la batería.

-Pues, señor, lamento no poder ayudarle. Hace años que vendí la última que me quedaba. Cuando mi propia PS5 se estropeó del todo me deshice de juegos, batería y todo lo demás. Desde el Cambio Tecnológico de 2031... ya sabe, no hay recambios ni técnicos que sepan cómo arreglar estas máquinas. Ahora son sólo...

-Reliquias, sí, lo sé. Entonces no me queda nada que hacer. Sólo guardarla y olvidarla.- El hombre empezó a guardar la consola en la mochila.

-O venderla. Hay gente que tiene otros modelos cuyas piezas son compatibles y cuando se averían pagan bien por recambios de segunda mano. Yo mismo podría encargarme de buscarle compradores. No es fácil y llevará su tiempo, pero algo podrá sacar.

-Ah, claro. Bien bien, me parece bien. Mejor eso que nada, supongo.

-Claro, hombre. En cuanto sepa algo, le llamo y le cuento.

Firmaron los documentos y el hombre se marchó dejando allí la consola. El anciano esperó unos minutos y luego sacó una pequeña caja fuerte de debajo del mostrador. Encajó temblorosamente la llave que colgaba de su cuello en la cerradura y sonrió de nostálgica felicidad al ver dentro sus mandos y la colección de juegos que había guardado durante tanto tiempo esperando este momento.

Y la batería.

2 comentarios:

Jose-Paco dijo...

Después de contarme el lapo no he podido dejar de leerlo.
Gracias

MSalieri dijo...

A ti, nen.