Algo haría, dicen
En el número cincuenta de mi calle vive una mujer que hace más de treinta años que no sale de casa. Cuando yo era chaval jugaba con mis amigos a tocarle el timbre, para joder. Cosas de niños. Ahora ya ni suena (hace poco lo volví a intentar) pero sé que ella sigue ahí dentro. He preguntado en el barrio. Las vecinas, con la boca medio abierta, dicen que una hija le lleva de comer una vez a la semana, de noche, que es cuando la vieja se atreve a abrir la puerta, sólo lo justo para que sus arrugadas manos agarren las bolsas de comida, y luego corre, como hacen los viejos, muy despacio, hasta el salón donde está su butaca, su tele y su ganchillo y allí se queda. Ni siquiera cruza palabra con la hija. Pobre. Ha renunciado al mundo, me cuentan las vecinas a coro, como ensayado durante años. Fue una mala madre, añaden; sí, una mala madre, hace de eco una. Su hombre se fue a la ciudad con los niños y ella se quedó allí, congelada en el tiempo, castigada sin vivir. Algo haría, dicen las más viejas, las de negro, como quien lo sabe y se lo calla. Es su penitencia, y todas asienten a la vez.
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1 comentario:
la vieja se llamaba Reb y la calle era arbolada. Las señoras en corrillo decían: san, san, san, tan, tan deeer!!!
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