El hombrecillo

El hombrecillo del estómago no esperó a que G. despertara de su siesta. Trepó desde su cálido cubil hasta la garganta, separó la mandíbula haciendo fuerza con sus musculosos bracitos y salió de G. dando una estilosa voltereta. El cambio siempre era traumático. Afuera todo era grande y frío y nunca sabía si aparecería delante de un público poco abierto a nuevas experiencias. Aspiró lentamente el aire fresco del exterior hasta llenar sus pulmones y acto seguido se limpió las babas en que estaba bañado contra el jersey de rombos de G. Estaba solo, observó, y su gordo anfitrión roncaba apoyado en la oreja de un viejo sillón siestero. Con un par de cabriolas bajó al suelo y atravesó la habitación con velocidad ratonil hasta llegar a la puerta de la casa. Se detuvo un momento para mirar atrás, sin nostalgia, salió por debajo de la puerta y se marchó a...

4 comentarios:

Lara dijo...

... por otra bilis.

MSalieri dijo...

... por otra alma.

Miguel Marqués dijo...

Se dedica a reciclar Almax y Alquén para revendérselo a la incipiente industria farmacéutica china. ¿No?

MSalieri dijo...

Que va, que va, que va... Es un ronquido que por azar ha cobrado vida y se ha emancipado.