El jamón

En realidad no era un jamón. Ese trozo de cerdo muerto bailaba perdido dentro de la caja verde. Como única compañía, un trozo de lomo y un cacho de salchichón, todos ibéricos, si podemos fiarnos de la etiqueta, claro. En realidad no era era un jamón, era una paletilla. La diferencia es brutal. El jamón... es el jamón. La paletilla es la hermana pequeña, la pata delantera, bastarda, huesuda, escasa, rácana, fácilmente olvidable, anoréxica incluso. El eco de un jamón. La sombra desleída en la penumbra. El segundón que acaba siendo cura en lugar de heredar las tierras del padre. Pero si me preguntan, que siempre hay quien lo hace, diré que mi empresa me dio un jamón, grande, veteado de grasa, bellotero y de pata subsahariana. Faltaría más.

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