Navidad

Va de comer, beber y reventar. Algunos todavía piensan en religión, el cielo, el infierno, los pastorcillos y el caganet, pero sobre todo va de comer, beber y reventar. En el mejor de los casos no llegas a reventar, pero la gente te mira mal si no lo haces: es una regla básica del espíritu navideño. La mesa ya está puesta y quedan dos horas para la cena. Un mantel más feo de lo habitual, más gente, más ruido, comida extraña esta vez hecha por otros, por pereza, comodidad, de todo un poco, y la comida que espera, en cantidades ingentes, como si esta cena fuera la última para todos nosotros y si no devoramos debidamente iremos al infierno.

Mi madre llama a sus amigos, a ver si están bien. Es algo que hace por estas fechas. Son fechas en las que algunos se acuerdan de otros algunos y los llaman. ¿Estás bien? Sí, todo bien. Pasad felices fiestas. Gracias, igualmente. Y a comer. Es un protocolo, una tradición, un rito casposo, educado, a veces sincero, una inercia que viene de cuando la gente era creyente. Algunos todavía lo son. Gente rara. Ahora ha quedado el eco de lo que hacían. Ahora comemos, bebemos y, si tenemos suerte, reventamos.

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