las gordas

las dos gordas remaquilladas y sudorosas bajaban por la calle agitando sus jamónidos brazos y castigando a todos los viandantes con sus grititos y jadeos. según mi fundamentada opinión, las gordas se agrupan en parejas en cuanto pueden. una gorda sola no aguanta mucho tiempo sin arrimarse a otra gorda de igual o superior categoría. estas dos estaban compenetradas, corrían a la par y agitaban sus moles con un sincronismo de medalla de oro.

cuando quise reaccionar era demasiado tarde. las gordas, a pesar de su exceso de masa corporal, son ágiles, rápidas e implacables. engañan a su presa con un aparente movimiento cansino, pero en pocos segundos están a tu lado jodiéndote.

así fue. en na’ y menos me placaron y arrinconaron contra la pared. la gente que vio su estudiado movimiento me miró con lástima. cabrones suertudos.

una de ellas llevaba una hucha postulante. la otra, una tira de pegatinas con el escudo de la Asociación Española contra no sé qué enfermedad mortal y sin cura. la de las pegatinas era la jefa, la que me quería convencer de la necesidad de mi caridad, pura bondad y carisma; la otra era el poli malo que me miraba como si mi esperada negativa fuera el equivalente a una orden de fusilamiento genocida contra el pueblo kurdo. no entendía nada de lo que decía. su voz de rata en celo se salía de la frecuencia que mi oído estaba habituado a soportar. tenía que huir, así es que recordé mis tiempos futboleros del instituto, amagué hacia la izquierda, las dos intentaron cubrir el hueco, y les partí la cintura con un giro inesperado que me llevó al espacio abandonado por la de la hucha, de ahí al paso de peatones y después a la libertad.

No hay comentarios: