lo que el cuervo pudo ver y no vio

era invierno y las chimeneas de toda la casa trabajaban a destajo, empeñadas en mantener una temperatura agradable en todas las habitaciones. cada trozo de madera esperaba ansioso su turno para dejarse abrazar por las llamas, que se comían el oxígeno como el hambriento devora el pan duro que le tiran por lástima. en la biblioteca, un libro abierto sobre el sillón, una pipa apagada y un montón de cenizas humeantes que cinco segundos antes fueron el cuerpo del Dr. Van Kampenhoudt. lástima que el cuervo no estuviera allí para verlo.

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