El cielo abajo y el asfalto arriba. Abajo el cielo, bajo los pies, limpio de nubes y casi infinito. Un pájaro vuela a lo lejos, encabezando una bandada. Agarro con fuerza el asfalto, respiro intensamente y lleno mis pulmones de ceniza. Creo oír una voz, como otras veces, y como otras veces, como todas las veces, es mi propia voz en un susurro que sólo yo puedo oír. Quiero callar pero ni de eso soy capaz. Vuelvo a mirar abajo. Un avión pasa con su ruido ensordecedor y por unos segundos dejo de oírme, y eso me hace sonreír. Hundo los dedos en el asfalto, duro y blando, y sigo esperando.
Me he dormido, como pasa algunas veces. Me miro las manos, que ya casi no tocan el asfalto, sólo las puntas de los dedos me mantienen. Doy un tirón y las vuelvo a hundir, hasta la muñeca esta vez. Aguantarán un rato hasta el siguiente tirón. Va a llover.
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