Los chinos, como individuos, me merecen todo el respeto del mundo, y eso sin conocerlos uno a uno. Sólo conozco a algún chino por el trato chino-cliente, ya sea en restaurante o todo a 100, nada más, pero los respeto. Ahora, si hablamos de su horario, me toca los huevos sobremanera. ¿Existen unas Olimpiadas que sólo pueden ver ellos? Si tenemos en cuenta la cantidad de chinos que pueden verlas, podría decirse que sí, que existen. Un gran porcentaje de la población mundial verá estos Juegos. Cierto. Sí. De acuerdo. Pero serán todos chinos, o vecinos de los chinos, y esto de reunir a gente de todo el mundo para que compita no tiene sentido si sólo algunos países participantes pueden disfrutar de tal acontecimiento. ¿O acaso pretenden que yo le diga a mi jefe que me duermo en el trabajo porque me levanto a las tres de la mañana para apoyar los colores patrios con mi imprescindible presencia ante el televisor? ¿Quzá pretende el COI y sus amigos chinos que mi empresa me haga trabajar por la tarde para que yo pueda estar al pie del cañón, gritando cada una de las victorias españolas y llorando las derrotas, como buen ciudadano? Porque mi jefe, lo sé, ni me perdonará el mínimo desfallecimiento en el trabajo ni se rendirá ante mis súplicas para que me permita entrar más tarde a trabajar... no, no lo hará, porque hacero, y yo lo entiendo también así, sería admitir que quien decidió que China sea el país organizador de las Olimpiadas tiene razón, que es admisible que esto pase, que no importa que los Juegos sucedan mientras la mayor parte del mundo civilizado duerme o trabaja. Mi jefe no cederá, ni yo le pediré que lo haga. Y los dos odiamos en silencio el puto horario chino.
Hoy le compré un colador a una china en una tienda. Ella me sonrió. Yo le devolví la sonrisa, claro, porque ella no tiene la culpa, pero joder...
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