El pez filósofo

El pez se escondió tras un matojo de los que pegaba al cristal del acuario. Ese era su sitio para reflexionar. No solía llegar a grandes conclusiones debido a que su cerebro no daba para mucho pero ese día fue uno de esos en los que resultó encontrarse especialmente despierto. Cuando la idea tomó forma en su mente, abrió mucho los ojos y se puso a nadar a todo trapo por todo el acuario. Si hubiera podido hablar, entre el glup glup habríamos podido oír un claro: ¡hay vida fuera del acuario! Lamentablemente todo quedó en su cabecita, y no por mucho tiempo: al día siguiente el pez había olvidado por completo su gran descubrimiento.

De peces y de hombres, por M. Salieri.

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