El doctor dice que estoy evolucionando muy bien. Después de algunos años estancado parece que algo en mí está cambiando. El miedo no es constante, ya no está en todas partes. Eso es bueno, dice el doctor, y yo trato de decirle que sí, que el miedo no está todo el tiempo pero que sé que aparecerá en cualquier momento y la espera en sí, esa tensión, es si cabe más insoportable que el propio miedo. No me entiende.
Hoy saldré hasta la puerta, y si aguanto sin mearme encima quizá mañana, después del desayuno, me atreva a abrir los ojos, uno solo tal vez, y mirar un poco el viejo roble de la entrada.
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