Hiberno

He empezado el año con flojera. Me pasa con los años pares. También con los impares, pero menos. Afuera el frío empuja y no estoy yo para llevarle la contraria a los dioses, así es que espero como un oso insomne a que pase el invierno.

¿Cómo será el mundo cuando llegue la primavera? Más grande, sin duda, porque podré salir a la calle y en la calle hay de todo, y gente.

Por la ventana se adivina algo tras la niebla. Es una cigüeña sobre un árbol. Envidio su valentía predefinida genéticamente, sin vértigo ni frío ni conversaciones de ascensor ni colas del paro ni flores en el ojal ni miradas por encima del hombro (me detengo aquí antes remedar en gif a Sabina). No, qué hostias digo. No le veo la gracia a pasar las horas encima de un árbol teniendo la triple alternativa irresistible que ofrece mundo humano moderno: techo, calefacción y porno internáutico gratuito.

Definitivamente estamos mejor preparados que nunca para no hacer nada. Un día no muy lejano, auguro, el bluetooth de mi ordenador se me llevará el soulware, me formateará y dejará el cascarón vacío de mi bodyware tirado en mi silla. A mí y a todos, qué conste, y viviremos infelices para siempre como aplicaciones cutres de facebook.

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