Bodas

En cuanto tocaron suelo, el novio se bajó del globo aerostático vestido con un frac multicolor y con una sonrisa explosiva. Por un momento pensé que me encontraba en una escena de El mago de Oz o de Mary Poppins. La orquesta apuntó sus vientos hacia el planeta, como mandaba la tradición, con la típica llamada musical que nos decía que la novia estaba a punto de hacer su aparición. Y no tardó en aparecer, montada en su unicornio, rodeada por toda la familia hasta el quinto grado y con la lanza de cristal que, según me explicaron, simbolizaba la aceptación del novio aunque no la sumisión. Muy civilizado. Los presentes, unas quinientas personas, nos acercamos al estanque en cuyo centro esperaba el cura. Bueno, el cura es como lo llamo yo. Realmente no tiene nada de cura. Es algo así como el guardián del bosque, que sólo se deja ver por los demás mortales una vez cada cincuenta años cuando accede a casar a los herederos del reino. Ella en su unicornio y él nadando (sigo sin entender esto) llegaron hasta el centro del estanque donde comenzó el ritual final. Después de unas palabras en una de sus lenguas antiguas, los novios se arrancaron el uno al otro una de las orejas (realmente asqueroso) y se juraron amor eterno. Luego vino la fiesta y nos pusimos hasta arriba de comer y ciegazos perdidos.

Las bodas son cosas extrañas pero, si tienes un amigo en Titán que se casa, vas y punto.

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