El vendedor de souvenirs

Vendo souvenirs en un puesto ambulante en el centro de Madrid. Ya saben, imanes de frigorífico con la bandera de España, el toro de Osborne o una bailaora con traje de faralaes; camisetas de la selección española, bolas de esas que giras y cae nieve sobre la Puerta de Alcalá... y esas mierdas. Se venden mucho, la verdad, y gracias a dios que tienen salida, porque es lo que me da de comer. Eso y robar cadáveres en los cementerios. Esto último lo cobro en negro.

Lo de los souvenirs me llegó de rebote. Un amigo seropositivo se puso muy malo y tuvo que dejar el puesto. Y me lo cedió. Fue algo como caído del cielo. Estaba sin un duro, rapiñando a la familia y a los amigos y cuando estaba a punto de entrar en el gremio de indigentes de Madrid, este amigo me hico el regalo más grande que se puede hacer: un trabajo, y de los buenos. De eso hará en marzo cinco años, y que dure. Lo de desenterrar cadáveres llegó después. Me metí en un lío... negocios que salieron mal... pero no se crean, no eran malos, que si todo hubiera salido como debía ahora estaría yo tomando el sol en una playa caribeña, sí, jejeje. Pero salió mal y de un día para otro me encontré debiendo mucha pasta a gente muy poco comprensiva con mi situación económica y poco respetuosa con la vida ajena. En fin, que me vi algo desesperado. Entonces me puse a buscar algo que me diera dinero rápido, y a ser posible mucho. Aquí tengo que admitir que la suerte se portó de nuevo bien conmigo. Uno de mis vecinos de puesto, uno que vende también en el Rastro los domingos porque tiene lámparas y telas y esas cosas, sabía que yo andaba con problemillas y me llevó una noche con unos amigos. Nos metimos en una furgoneta y nos fuimos al sur, no sé ni dónde, a Toledo, a pueblos de por allí, y me vi cavando tumbas, y levantando tapas de nichos como si llevara haciéndolo toda la vida. Cuando salí de allí me dije que eso no estaba bien, que no quería hacerlo, que me podían pillar... pero claro, cuando vi la pasta... en una noche saqué lo que en mes y medio vendiendo imanes de mierda. Y sólo había que sacar los muertos, bastante recientes, por cierto, meterlos en la furgo y llevarlos a unas naves a las afueras de Alcorcón. Punto. Cavar, llevar, entregar y cobrar. ¿Fácil, no? Pues sí y no, porque si fuera tan fácil no estaría yo ahora contándoles esto desde un ataúd enterrado a dos metros bajo tierra, palmo arriba o abajo.

2 comentarios:

JuanRa Diablo dijo...

Tranquilo, te sacaremos de ahí. Mientras te dure la batería seremos capaces de localiz

MSalieri dijo...

Se me acabó la batería y la esperanza... snif.