Empiezo el año con el mismo frío del año pasado. ¿Han cambiado cosas en estos días? Algunas. Mis pies están destrozados. La culpa la tienen los adoquines romanos (
martirius romanus). Roma te marca, dicen. Espero que sea temporal, añado. Acabé el año pensando de dejar esto de los lapos, no porque hayan dejado de cumplir su función desestresante, sino porque quizá deba buscarme otra forma de conseguir lo mismo, por variar el método y, quién sabe, volver a esta más adelante. No lo sé todavía. Lo estoy pensando. Lo mismo me paso al taichí, o a las máquinas tragaperras.
El año pasado fue raro. Pasaron muchas cosas dentro de la tranquilidad lacustre generalizada del mundo-burbuja este mío personal. Pequeños terremotos, tsunamis más o menos llevaderos, y la línea del horizonte siempre recta, a pesar de todo. Bueno y malo, cosas para olvidar que no deben ser olvidadas. Pronto serán sólo niebla.
Del año que entra no espero nada. Así todo lo que venga será sorprendente, un premio inesperado. Si planeo acabo estrellándome.
En fin.
1 comentario:
Muy inteligente lo de no esperar nada para que todo resulte sorprendente.
Como lapo es un gran lapo :D
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