Huida

Salto un tronco y sigo corriendo monte abajo. No sé adónde iré a parar ni si llegaré con vida. Sólo sé de lo que huyo y no me importa si esa rama me rasga la piel hasta hacerla sangrar. Corro a pesar del dolor en las piernas y en el pecho, que ya no es dolor sino agonía. Él sigue ahí, pisando donde yo piso, con su aliento roto y su plan perfecto.

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