Salieri se sentó en el que había sido durante tanto tiempo su sillón favorito. Como imaginaba, ambos agradecieron el reencuentro.
La casa
Cuando una casa está cerrada tanto tiempo volver a ella es como entrar en un panteón. Tras abrir las ventanas, algo de vida empieza a colarse en las cosas. El cambio tiene algo de mágico, por lo inmediato. El polvo se teme lo peor, pues le queda poco para irse a molestar a otra parte. El aire rancio se rinde ante la brisa fresca y contaminada de la ciudad, que entra a toda prisa y corre de habitación en habitación buscando nuevas esquinas que ver hasta encontrar quizá algún papel abandonado sobre una mesa y tirarlo al suelo sin miedo a regañina alguna.
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