Gañán

Adrián se llama así por su abuelo, y éste por el suyo, y así ha sido hasta el primer Adrián, que fue un curtidor toledano que murió dicen las malas lenguas que de morbo gálico allá por el XVII. ¿Se encontraría el ultraretroabuelo* de Adrián en una situación similar a la que su ultrametanieto* está viviendo en estos momentos? Es lo que se pregunta Adrián justo cuando el médico le introduce la sonda por el tracto urinario. Supone que no, que por aquellos tiempos esto tenía mala solución o ninguna, como le sucedió a aquel Adrián del pasado. Claro que la cura de ahora no es que sea para ponerse a cantar de alegría.

-Definitivamente lo tiene usted regulero, Adrián.
-¿Regulero? Vaya -No había escuchado ese término médico con anterioridad pero no quiso pasar por inculto.
-Sí, amigo tunante, se le va a quedar enjuto, como poco.
-¿Enjuto? -Adrián cada vez comprendía menos.
-Enjutico perdío, Adrián. Ya no será usted el pataliebre que ha sido siempre, eso se lo aseguro.
Adrián sonrió sin saber si el doctor le estaba hablando en serio o no.
-¿Se ríe? Pues no debería. La vida para usted dejará de ser chanante, se lo aseguro. Verá, amigo, tendremos que amputar.
-¿Amputar? -Era lo primero que Adrián comprendía perfectamente. Amputar. Eso significaba que se la iban a cortar.
-Amputar, sí señor. El doctor Marlo se encargará de todo.
-Pero doctor Vázquez...
-Llámeme Vicentín, Adrián, que le acabo de meter un hierro por sus partes y eso digo yo que da cierta confianza...
-Emm, claro, Vicentín, ¿podría tener una segunda opinión? No es que desconfíe de su profesionalidad, pero antes de am... amputar me gustaría ver si existe otra opción.
-Claro claro, Adrián. Le voy a dar una segunda opinión: hay que amputar, y a ser posible ahora. Espere, que llamo al doctor para que venga con el material, que ya que estamos puestos, nos lo quitamos de encima en un periquete.
El doctor Marlo aparece en la habitación con un serrucho. Sonríe a Adrián y al doctor Vázquez y enseña sus dientes amarillentos y con algún resto de bocata de chorizo.
-Aquí estoy, amigos. A ver, traiga que se la corto y me la llevo puesta...
El doctor acerca el serrucho a la entrepierna de Adrián. Adrián grita.

Adrián está recostado en su sillón. Despierta confuso. Mira a todas partes y se lleva la mano a la entrepierna en un gesto instintivo. En la tele se ve el menú del dvd con los mejores programas de Muchachada Nui. Ha visto unos cuantos antes de caer rendido. Se calma y sonríe: ¡será gañán!

* por no poner demasiados tátaras delante.

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