Desde lo alto del Aneto veo el mar en todo su esplendor. Quién podría creer que hace quinientos años lo que hoy es agua fuera tierra. Quién podría imaginarse a la gente tumbada al sol sobre el actual hogar de las sintéticas estrellas de mar...
Un turista pregunta por la seguridad de la cabina. El resto de visitantes se gira hacia el guía, visiblemente preocupados. El guía explica que la mampara transparente que permite disfrutar de la vista se regula automáticamente para evitar el exceso de rayos solares. No existe, afirma con rotundidad, ningún peligro. La tensión desaparece de los rostros de los turistas que intentan seguir disfrutando de las vistas y de la explicación histórica algo sesgada del monitor.
Águilas. Así se llamaban esas aves. He visto alguna en holovídeo. Majestuosas, las definían. En el cielo a nuestro alrededor, a lo lejos, creo ver algo que se mueve. Aves, quiero imaginar. Cuando estoy a punto de preguntar al guía me detengo. Quizá prefiera pensar que realmente son aves antes de admitir que es algo imposible.
El guía continúa hablando y con un gesto señala la salida. Ahora, dice, verán una recreación de lo que fue la península ibérica antes de la subida del nivel del mar. La piel de toro. Así la llamaban, sonríe, y el grupo responde con una risa ligera a su provocación. 'Toro' es el héroe mundial de la última serie de holovisión.
La visita está siendo increíble. La recomendaré a mis amigos, me prometo. El año que viene no estaría mal asistir a una de las estaciones alpinas. Tendría que pedir ya la plaza si no quiero esperar otro año. Sonrío de ilusión. Dicen que allí en algunos días de invierno todavía cuaja la nieve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario