Las tuercas

Mira qué casualidad, que hoy salgo a comprar unas tuercas para un tema de casa y me encuentro con Manolo García, el de El Último de la Fila, que ya hace mucho que canta solo, lo digo para que se sepa quién es, que Manolos García anónimos tiene que haber a miles. Pues ese Manolo García. Y joder, qué alegría, con lo que me gusta a mí este tío y sus gorgoritos aflamencaíllos y anda por mi pueblo para que yo me cruce con él. La ferretería, donde iba a comprar las tuercas, claro, está justo enfrente del bar donde Manolo estaba sentado, cerveza en mano, charlando con unos amigos. A lo mejor eran músicos conocidos, de su grupo o de otro pero yo sólo me fijé en él. Y en cuanto lo vi se me olvidaron las tuercas, los tornillos y todo lo demás.

¡Manolo!, le grito, y eso que estaba al lado, pero es que yo soy muy de hablar alto, todos me lo dicen y yo digo que es por sordera, y algo hay de cierto. ¡Manolo! le repito, por si no se reconoce. Perdona que te interrumpa, Manolo, no te importa que te llame Manolo, ¿no?, claro que no, cómo te iba a importar si es así como te llamas, qué alegría verte por aquí. Él se queda un poco parado, quizá duda de si me conoce o no. Yo le saco de dudas, por si acaso. ¡Soy un fan tuyo!, jajajaja, no me conoces, M. me llamo, ¿te importa que me siente contigo? Una cervecita, le pido al camarero, qué alegría Manolo. Precisamente el otro día estaba escuchando un disco tuyo. ¡Discazo! Hay que ver cómo eres con las letras, eh. ¡No hay forma de que pueda memorizar una! Pero qué bonitas son, chiquillo, y qué bien las cantas. Tengo todos tus discos, piratillas, claro, que la cosa está muy mala. ¡Y una vez casi voy a un concierto tuyo!, lo que pasa es que al final mi primo, que tenía las entradas, se pegó un piñazo contra un árbol, con el coche, y se acabó lo de ir al concierto. ¡Pero mi primo bien, eh, no le pasó nada, que los coches ahora los hacen para aguantar lo que les eches! ¡Saltaron todos los airbags y allí se quedó mi primo, envuelto para regalo!

Hasta este momento Manolo no ha abierto la boca. Miento. Tiene la boca abierta pero no dice nada. Sus amigos se aguantan la risa, que yo lo sé, pero a mí me da lo mismo. Es Manolo García y está en mi pueblo así es que le puedo decir lo que me dé la gana y punto.

Me llega la cerveza. Fresquita. Quiero hacer un brindis, Manolo. Y Manolo coge la cerveza y la levanta conmigo. ¡Yo haciendo un brindis con Manolo García, el de El Último de la Fila, en la plaza del pueblo! ¡Qué grande! Por tu nuevo disco, Manolo, y por mis huevos que esta vez voy a verte! Y la cerveza para dentro, de un trago. Y ahora te dejo, Manu, que tengo que comprar unas tuercas, nada, no es grave, por una fuguilla de agua que ya está casi controlada. Y a mi pueblo vienes cuando quieras. Ah, toma, te apunto mi dirección y teléfono en esta servilleta. Lo apunto. Y me llamas y vienes cuando quieras y nos tomamos unas cerecillas por aquí. Me levanto y le doy la mano a Manolo García y con las mismas me meto en la ferretería y le cuento todo a Luis el ferretero, que no se cree nada de lo que digo, y claro... salgo con Luis y le digo, ¡mira Luis, ahí está mi amigo Manolo García! ¡Qué incrédulo eres, por dios!

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