en el metro procuro no hacerlo. la última vez que balbuceé una señora se me acercó y me dio una moneda de cinco céntimos, así es que decidí no balbucear más en público, al menos hasta perfeccionar la técnica y quizá, si hay suerte, recibir un donativo más suculento.
en el trabajo me dejan balbucear todo lo que quiero pero temo que mi jefe me largue pronto porque, según palabras textuales, "últimamente, amigo y compañero, su balbuceo se ha vuelto un tanto incoherente y los demás compañeros, incluido el señor subsecretario, empiezan a hablar de usted con menos respeto del que se merece".
pa una cosa que creía que se me daba bien...
No hay comentarios:
Publicar un comentario