-Quise ayudarla pero no pude. No soy tan fuerte como crees -dijo llevándose la mano al bíceps y apretando para demostrar su debilidad. La verdad es que delgado es poco para describir a este hombre. Enjuto, esquelético, quizá espagueti humano sería lo más acertado.- Se resbaló por la barandilla y sólo la pude sostener unos segundos antes de que se precipitase hacia el río.
-Lo sé. Yo estaba allí y lo vi. Hiciste lo que pudiste. No fue mucho, pero es que no das para más. ¿Toda tu familia es así de inútil? -la pregunta no sorprendió al flacucho. No era la primera vez que se la hacían.
-Sí, toda. Mi madre tiene los huesos hechos polvo. Mi padre es pura grasa y tan gordo está que sólo sale de casa para ir a los entierros de sus amigos. Mi hermana es así como yo, huesuda y larga. No servimos para nada. Y en momentos como el del otro día es cuando más echo en falta un cuerpo normal.
-Ya imagino. ¿Y qué vas a hacer en la vida? Lo digo porque no te veo trabajando en la mina ni de albañil, y por aquí no hay muchas más posibilidades.
-No lo sé. No me preocupa mucho, la verdad. Nadie en mi familia ha superado los cincuenta, por una u otra razón. Pulularé.
-¿Pulularás?
-Pulularé.
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