Hace sol.
Dos amigos jugan una partida de ajedrez en un parque situado en un barrio marginal.
El que lleva las blancas lleva las de ganar.
El que lleva las negras, por el contrario, lleva una camisa a cuadros blancos y negros, para confundir al otro, algo que, si bien no está prohibido en este juego, no es considerado de caballeros.
Los personajes cantan cada uno durante el turno del otro, de manera que se hace realmente difícil pensar en el siguiente movimiento y la partida (y la película) se alarga hasta las tablas.
La música varía de género según el momento de la partida. En los movimientos decisivos (muerte de la dama, acoso al rey, enroque inesperado, masacre indiscriminada y tablas inevitables) la música suena a escena de la ducha de Psicosis. Para el resto de la partida vale con un remix de pachanga, folclore alpujarreño o acid jazz (¿se escribe así?)
(En el guión se muestra la lucha por salir de un barrio pobre de la forma que sea, particularmente formando un dúo músico-ajedrecista, opción artística no muy en boga en los tiempos en los que se desarrolla la historia.)
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