La fábula de la partida de mus

Cuenta la historia que cuando el mundo todavía no era ni tan redondo ni tan poblado como es hoy, cuando todavía los animales hablaban y el hombre no era más que un torpe simio comeplátanos, un ciempiés, un rinoceronte, un cuervo y una tortuga se juntaban de vez en cuando para jugar al mus en torno a una mesa. En una de esas partidas sucedió lo que sigue:

Grandes
-Envido a grandes, dijo el ciempiés sacando pecho. A su derecha, el cuervo miraba fijamente a su compañera tortuga, buscando alguna señal que le permitiera ver o incluso subir la apuesta del ciempiés, pero no hubo señal ya que la tortuga iba ciega.

-Pasamos, concluyó el cuervo.

Chicas
-A chicas, saltó la tortuga, que aunque lenta al caminar, al mus era una balilla.

-Paso, comenzó la ronda el ciempiés. Las chicas para vosotros, que no lleváis ni para llevaros el punto.

-El rinoceronte, que hasta entonces se había mantenido al margen, mirando fíjamente sus cartas, soltó una carcajada que le hizo balancearse en su silla y casi tira la mesa y al resto de sus compañeros. Sí, ni para el punto lleváis, jajaja.

-Envido a chicas, anda, y callaos ya, siguió el cuervo, viendo el punto de chicas como el único que en esa mano iba a caer, porque su par de pitos no ganaría a los pares, y juego no llevaba. Y su compañera tortuga, tres cuartos de lo mismo.

-La tortuga se aprestó a coger el amarraco de chicas, cuando el ciempiés la detuvo con un gesto...

-Quieta, tortuga, que creo que me estoy pensando ver esas chicas...

-¿Las ves?, preguntó la tortuga haciendo el ademán de apartar dos amarracos como apuesta de chicas.

-No, mmm, mejor no, no las veo... subo diez. El gesto del ciempiés con sus diez patas fue más que claro.

-Ahá, dejó escapar el cuervo, y se puso a pensar con su pequeña y negra cabeza: diez más las dos del envite los pondrían dentro de la partida, pero intuye que pueden ganar mucho más, porque el ciempiés, siendo mano, habrá tratado de coger cartas altas, buenos cerdos para grandes, pares y juego, y ha envidado a grandes. Sería una locura pensar que se ha quedado con las chicas... a no ser que sea el rinoceronte quien lleve las chicas. El enorme animal ha estado callado todo el tiempo pero ha podido pasarle alguna seña al ciempiés, de dos pitos, quizá incluso de tres... Qué momento tan difícil para el cuervo, qué decidir, pasan y se llevan dos, las ven y se juegan las doce, y si sale bien entonces sí que se llevan la vaca, o se arriesgan y sueltan un... no, eso sería una locura...

-¡Órdago!, gritó entonces la tortuga, ¡órdago!

-Lo veo, dijo enseñando sus cartas el rinoceronte: tres pitos y un seis.

-Mierda, respondió la tortuga tirando sus dos pitos y un cuatro sobre la mesa.

-¿¡Pero qué haces, tortuga hija de puta!?, aleteó el cuervo, tirando las cartas al suelo. ¿Es que no ves que estaba pensando? ¡Habla conmigo primero, imbécil, habla conmigo antes de tomar una decisión así! ¡Estúpida tortuga, por tu culpa hemos perdido la vaca y la partida!


Moraleja:
No juegues con una tortuga de compañera al mus porque su complejo de lenta les hace tomar decisiones tremendamente alocadas. Además, siempre llegan tarde y una hora se te va seguro jugando al cinquillo con los otros dos compañeros de juego.

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