Mi pie

Mi pie es un extraño para mí. Lo miro y no lo reconozco. Quizá sea porque crece de manera exponencial sin miedo al qué dirán. ¿Dónde dejó el sentido del ridículo? ¿Acaso no sabe que la gente lo señalará con el dedo (índice acusador, desvelador de desgracias ajenas) cuando vea que es tres veces más grande que su hermano diestro? Detente, pie, le diría si me atreviera, detente, no quieras ser lo que no eres, porque tu destino no es ser el pie de un gigante, sino el de un simple hombre de altura media-baja, pie descastado y temerario. Pero es inútil. Hace tiempo que dejó de pensar en nosotros como una entidad. Ya no me respeta. Ahora toma sus propias decisiones y un día, lo sé, se irá. De hecho, desde hace tiempo, a sus espaldas, no se lo digáis, le llamo Kosovo.

No hay comentarios: