Sol y sombra

La mujer se puso su vestido más ligero. Era su forma de luchar contra el calor. La única que había. Temerariamente, salió a la calle cuando el sol aún no se había escondido tras los altos edificios. Bajo la sombra, comenzó a caminar. No iba a ninguna parte. Era un paseo, sólo eso, y esa misma idea le trajo a la cabeza lo que últimamente la tenía mental y espiritualmente desubicada. Caminar sin destino, por un camino lleno de piedras y sin calzado. Así describía en su mente (todavía no lo había convertido en palabras del todo) los últimos meses, quizá años. Se había ilusionado con su trabajo, con su pareja, y ahora no todo era como se había imaginado. Quizá había puesto el listón muy alto. Quizá (se) exigía demasiado. Era lo que se decía sin demasiada convicción. La sombra la protegía en su camino del sol, ardiente y molesto. Con el final del tramo de calle llegó también el de la sombra y, tras dudarlo unos segundos, se metió bajo el sol, indefensa, acelerando el paso en busca de la salvadora sombra del siguiente tramo.