Doble turno en la garita es mucho tiempo. Según las ordenanzas es algo que sólo debe suceder en caso de necesidad, y en este caso el doble turno le había caído por falta de disciplina, una medida totalmente necesaria en opinión de su capitán, que no sabía que lo que para él era un castigo, para los demás sería una sentencia de muerte. Tras diez horas en su puesto, el vigilante se rindió al sueño que ya le llevaba rondando varias horas. Minutos después, la brecha de seguridad fue aprovechada con maestría por el comando enemigo. El número de bajas fue redondo: toda la tropa residente fue primero drogada y luego acuchillada. En el bando agresor, un herido por torcedura de tobillo al quedársele el pie atascado entre dos tablas medio podridas de un barracón. La noticia no salió en ningún medio de comunicación. Denlo por hecho. Nadie sabría nada en aquel momento. Nadie echaría de menos a los soldados muertos. No tenían familia y nadie sabía que estaban allí. Su misión era secreta incluso para el mismo ejército. Su muerte, más secreta aún.
Doscientos años después de este momento histórico que nadie pudo conocer los antropólogos como yo tenemos poco que hacer. A estas alturas ya está todo excavado, etiquetado y expuesto en los cientos de museos repartidos por la Tierra, la Luna y parte de Marte. Somos una especie en peligro de extinción y lo único que nos queda para ganarnos la vida es el estudio de la historia más reciente. No exagero si digo que me he recorrido las alcantarillas de medio mundo en busca de restos humanos, de ciudades enterradas bajo los complejos y las megacorporaciones. No les engaño si afirmo que he invertido cientos, miles de horas de investigación para dar respuesta a mis preguntas. Y no ha sido en vano porque ahora, aquí, varios metros bajo mis pies sé a ciencia cierta que encontraré los cuerpos de aquella tropa y, sobre todo, el cuerpo del vigilante que se durmió en su turno doble, el culpable indirecto de todas aquellas muertes, el soldado Vincent Hudson, que dejó mujer e hijos en Iowa, comenzando así una larga estirpe que llegaría hasta quien les habla y que se presenta como el doctor Kirk J. Hudson.
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